A veces me siento poco importante para algunas personas. Siento que no me dan la atención que merezco, a pesar de todo lo que he hecho y sigo haciendo por ellos: mi madre, mis hijos, la madre de mis hijos, entre otros. Pensé que esto podría sucederle a otros y que tal vez compartirlo ayude.
Para empezar, creo que las personas viven en una especie de trance, como si estuvieran hipnotizadas. No pueden hacer mucho con sus vidas porque trabajan muchísimas horas al día, a la semana, al mes y al año. No tienen tiempo para sí mismos ni para reflexionar sobre sus sueños. Muchos tienen trabajos que odian y se ven obligados a regresar día tras día, en contra de su voluntad. Si reflexionas sobre esto, es fácil entender por qué tal vez no seas tan importante para esas personas; ni siquiera ellos mismos se consideran importantes. No tienen tiempo ni espacio para cuidarse en sus vidas. Y ni hablar de la remuneración que reciben a cambio: algunos tienen la suerte de trabajar 8 horas, mientras que otros llegan a trabajar hasta 14 horas diarias, comiendo lo que pueden, muchas veces comida rápida. Pobre cuerpo, pobre estómago, pobre cerebro, pobre persona.
Pero, ¿saben para quién soy importante? Para mí. Ser fiel a lo que deseo, a mis planes, a mis metas, a mis ideales y, sobre todo, a mis sueños. Eso es lo que realmente importa para mí. Me escucho, me atiendo y me hago caso. Cada vez que me distraigo y empiezo a concentrarme en la vida de los demás, en cómo me tratan o cómo tratan a otros, solo tengo que volver la atención a mí mismo, y todo tendrá sentido de nuevo. En un instante, todo vuelve a su lugar.
Cuando sientes que algo o alguien no te da la importancia y la atención que mereces, recuerda que lo que realmente importa es cómo te sientes tú contigo mismo, no lo que los demás piensan de ti. Pregúntate: ¿qué tanto te prestas atención y cuán importante eres para ti mismo? No hablo de ego, sino de tu cuerpo: ¿cómo lo estás tratando? Hablo de tu tiempo: ¿cómo lo estás utilizando? Hablo de tu mente y de tu corazón.
A partir de aquí, ya no esperas nada de nadie. Y eso es paz.
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